Nació en Chiavenna, Italia el 26 de septiembre de 1851.
Pastor Metodista que dedicó su vida a la difusión de la palabra de Dios (Colportor ) en el continente americano. Su testimonio de vida y consagración al ministerio de la distribución de la Biblia y evangelización de nuevos creyentes, son un ejemplo para las nuevas generaciones.
Colportor. Esta palabra ha desaparecido del vocabulario evangélico, desde hace décadas; pero aún a principios del siglo XX, era sinónimo de heroísmo y valentía, y eran muchos los muchachitos de familias evangélicas latinoamericanas que soñaban con serlo. Con ese término se designaba a un vendedor ambulante que viajaba de lugar en lugar, por campos y ciudades, de puerta en puerta, vendiendo Biblias y libros evangélicos. Ellos fueron los primeros misioneros que esparcieron la semilla del Evangelio en toda Latinoamérica.
A la edad de trece años llega a la ciudad de Montevideo, Uruguay y en 1870, contrae matrimonio con Josefa Joaquina Sagastibelza, en la catedral de Montevideo y tuvieron
ocho hijos.
Durante los primeros días de 1875, conoce el Evangelio en Montevideo y se produce su conversión, cuando le hicieron entrega de un Evangelio de Juan, en un salón de baile.
A su cargo estaba el Rev. Dr. Thomas B. Wood.
En 1879, fue llamado a pastorear una iglesia, y conoció a Andrés Milne, un representante de la Sociedad Bíblica Americana, que estaba en plena campaña para entregar, puerta por puerta, un ejemplar de la Biblia. Esta experiencia impactó a Penzotti de tal modo que la hizo suya.
En el año 1883 Penzotti llega a Chile, cruzando la cordillera de los Andes, pasando por la ciudad de Tacna, en la cual permanece un buen tiempo. Cuatro años más tarde, la Sociedad Misionera Metodista nombró a Penzotti como Agente de la Sociedad Bíblica Americana, para actuar como colportor de Biblias en la costa del Pacífico.
El 5 de Diciembre, Penzotti se embarcó, con su familia y el colportor J.B. Arancet, rumbo al Perú e hizo escala en Arica por seis meses debido a una epidemia de fiebre amarilla.
En febrero de 1888, pierde a su hija menor, de dos años, Elisa; y a los siete días, nacía su hija María Esther. En julio de ese año, llegan al Callao procedente de Uruguay. Arrienda un local y realiza el primer servicio religioso, celebrado con la asistencia de la familia de Penzotti y el matrimonio Noriega. En octubre, la asistencia llega a más de cincuenta personas y luego a trescientas. Los ingleses ofrecieron su capilla, que permanecía cerrada por falta de pastor. Los enemigos de Penzotti amenazaron dinamitar la capilla, por ello los ingleses aterrorizados aconsejaron a Penzotti volver a su anterior local y así lo hizo. El 19 de octubre, entre la labor de colportaje y la tarea pastoral, Penzotti administró su primer bautizo en la persona de una niña. En 1889 Penzotti organiza grupos de estudios, lo que trajo como consecuencia la formación de una congregación metodista en el puerto del Callao, la cual se constituyó el 10 de Enero, siendo la primera iglesia evangélica que se fundó en el Perú, conocida como Iglesia Metodista Episcopal del Callao. Penzotti fue su fundador y primer pastor. En junio, Penzotti realiza el primer matrimonio en la iglesia, y en agosto, la congregación se trasladó de la calle Teatro a la calle Colón 214, que era una vieja bodega. El cura Vidal y Urias llegó a ensuciar las puertas del salón con excremento. Puso candado a las puertas, dejando encerrada a la congregación, pero el hermano Manuel Rubio, que había llegado tarde, pudo abrir el candado con una llave. 1890, enero, Penzotti viaja al sur del país, dejando encargada la congregación a los hermanos.
Envió a Arancet e Illescas a Mollendo y él se fue a Arequipa. Los dos colportores escaparon milagrosamente de morir apedreados, mientras que a Penzotti lo llevaron a la cárcel, en la cual permaneció diecinueve días y predicando el Evangelio a los presos. Salió en libertad por orden del Presidente de la República, Don Andrés Avelino Cáceres, y siendo encarcelado en otra ocasión, escribe el himno “Qué me importa del mundo las penas” El encierro de Penzotti dio lugar a una manifestación del pueblo, tanto a favor como en contra. Los comerciantes utilizaban el apellido Penzotti como señuelo de propaganda para los artículos de su comercio.
Hasta los periódicos se interesaron por el asunto Penzotti. La esposa de Penzotti logró una entrevista con el Ministro de Gracia y Justicia, de la cual el Ministro comentó: "Es Ud. la primera esposa, que yo conozco, capaz de defender a su marido con la valentía con que Ud. lo ha hecho; y por ello la felicito." Y ante la negativa de la señora de Penzotti de acceder a salir del país a cambio de la libertad de su esposo, el ministro exclamó: "¡Pues, Señor! ¡Jamás me vi en un trance igual! ¿Será que estos tercos y audaces protestantes han conseguido resucitar a la mujer espartana? Si no corto por lo sano, hubiera sido capaz de convencerme de que no soy cristiano. Y en verdad, que no le falta razón. ¡Cuán necesitados estamos en el Perú, de mujeres como ésta! "El Catolicismo no crea tipos de ese temple", Otra acusación es hecha contra Penzotti: "seducción a los presos"; es decir, que intentó regenerarlos; lo que se le achacaba como un crimen. En la cárcel Penzotti logró convertir a muchos presos, siendo luego miembros de la iglesia, al salir de la cárcel. La reacción nacional e internacional no se hizo esperar.
Los liberales y las logias masónicas clamaron: "Porque el asunto Penzotti se ha convertido en cuestión nacional; puesto que ante el mundo civilizado, ya no es Penzotti, sino la nación peruana, la que está presa bajo la odiosa tiranía clerical" Londres y Washington dieron instrucciones a sus representantes para que enviaran información y auxilien a Penzotti. Los abogados, Dr. Vivanco y Dr. Quimper, patrocinaban la defensa de Penzotti. Un ingeniero norteamericano y cristiano E. E. Olcott, que recorría la región minera del Perú, lo visitó y sacó las fotografías, con un artículo de lo sucedido a los periódicos (New York Herald y otros) de los Estados Unidos de Norteamérica y éste fue publicado. Un día el hijo de Penzotti llegó a la celda sin la cestita con los alimentos, ya que no había para comer en casa.
Él despidió a su hijo pidiéndole que en casa estén en oración, que así también lo estaría él. Penzotti con lágrimas gimió ante el Señor y solicitó su ayuda para dar de comer a su familia. Mientras tanto los presos al enterarse de la situación del preso amigo, hicieron una colecta y se la dieron. Sin embargo, él no la aceptó de inmediato, pidió que le dieran un plazo de tres horas para recibir la ayuda de Dios, de lo contrario la aceptaría. Al cabo de una hora, llegó su hijo trayendo la correspondencia que acababa de llegar. Entre las cartas encontró una que venía de los Estados Unidos de Norteamérica y en el interior había una letra de cambio con una cantidad respetable. Los presos no podían creer lo que estaban viendo y se retiraron con la cabeza cabizbaja y sin pronunciar palabra alguna.
El 28 de marzo de 1891, Penzotti salía de la cárcel en compañía de sus abogados en medio de aplausos, vivas y vítores de la multitud. Al día siguiente, Domingo de Ramos, la capilla se llenó de una concurrencia que quería escuchar a su Pastor.
El 24 de agosto, llegó el Rev. Dr. Thomas B. Wood para ponerse al frente de la Obra. Penzotti tomó un descanso y se fue a Santiago de Chile, donde tenía en un colegio a sus dos hijas y de allí se marchó a Buenos Aires, Argentina, para el matrimonio de su hija Adela. De Buenos Aires regresó al Perú para continuar su labor. En enero de 1894, luego de un tiempo la Sociedad Bíblica Americana solicitó a Penzotti hacer un viaje de exploración a América Central. El 6 de junio de 1903, en la Iglesia Metodista de Nueva York, Estados Unidos de Norteamérica, fue consagrado Penzotti, Diácono y Presbítero de la Iglesia Metodista Episcopal.
"En 1908, cuando venía de América Central para Buenos Aires, con mi familia, pasando por Arica (Chile), en la costa del Pacífico, bajé a tierra. Una señora, demostrando gran interés, me llamó por mi nombre, diciéndome: "¿No se acuerda usted de mí?" Le contesté: "Perdone, señora, no la conozco". Ella continuó: "¿No recuerda que hace unos dieciocho años, usted predicó aquí y yo le compré una Biblia? En aquel tiempo le di mi corazón al Señor y soy hija de Él".
"...Un poco más al sur -continúa-, en Antofagasta, al bajar a tierra se me acercó un cartero y me preguntó: "¿Es usted el señor Penzotti?" Le respondí afirmativamente, y me dijo que había una señora que tenía muchos deseos de verme y que, si quería, él me acompañaría hasta su casa. Fui con él y, al llegar a la vivienda, la señora se impresionó tanto que todo su cuerpo se estremecía. Y acercándoseme me dijo: "¿Cómo está señor Penzotti?" Le dije que no la recordaba. Entonces me contestó: "¿No recuerda cuando usted predicó en la oficina de Huara? Su texto era: "No os engañéis. Dios no puede ser burlado. Lo que el hombre sembrare, eso también segará". Esa noche experimenté una profunda impresión y le compré a usted un Nuevo Testamento. Tenía dieciocho años y era maestra de una pequeña escuela. Ahora estoy casada, tengo mi marido y cinco hijos. Mi deseo es conducirlos por el camino que usted me enseñó".
El 24 de julio de 1925, Penzotti fue llamado a la presencia del Señor, en la ciudad de Buenos Aires, Argentina.
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